Hacia la significación de los procesos dolorosos
Por el Dr. Giuseppe Amara, Médico psiquiatra y líder de opinión en ciencias afines
El sufrimiento humano, experimentado mediante síntomas corporales, es una especie de lenguaje encarnado que demanda la ayuda del otro, del médico. La somatización del sufrimiento, aunque surja como una manifestación física, suele asociarse a trastornos afectivos y ansiosos. Pero la coexistencia de signos somáticos y psíquicos varía según la cultura y los individuos. Lo que difiere es la más o menos reducida expresión verbal y simbólica de las emociones implicadas.
La angustia tiende a estimular el habla. En las experiencias de dolor y depresión, en cambio, se inhibe la expresión verbal. En tales estados, el hombre, ser de la palabra, renuncia a ella. Esta incapacidad de exteriorizar las emociones de un modo descriptivo y simbólico ha llevado a ciertos autores a pensar en un orden inverso: sería la capacidad expresiva la que induce a padecer lo indecible, el dolor crónico de los llamados padecimientos psicosomáticos o la depresión enmascarada tras los síntomas físicos.
Desde luego, la incapacidad de expresión simbólica e ideativa es propia de los precoces estadios del yo todavía corporal. Desde hace medio siglo se reconoce la dificultad cognitiva de los pacientes psicosomáticos para traducir en palabras sus emociones. John C. Nemiah y Peter Sifneos, con el término alexitimia sintetizaron la incapacidad de rescatar significaciones simbólicas y biográficas del sufrimiento anímico-orgánico. Además de la pobreza del pensamiento simbólico, el alexitímico no acierta a identificar ni a describir sus sentimientos, como tampoco sabe discriminar entre estados emocionales y sensaciones corpóreas.
Los estados anímicos, más allá de las palabras o en ausencia de ellas, se revelan mediante el lenguaje no verbalizado, como el tono de su voz, las expresiones singulares del rostro, la habilidad gestual. El alexitímico, por no ser capaz de percibir y discernir sus emociones, no puede estar en sintonía con su estado de ánimo ni con el del otro, que le serviría de espejo si lo pudiera vislumbrar o intuir. Esta fallida sintonía emocional con uno mismo y los otros es lo contrario de la imprescindible capacidad de empatía, la cual permite una comunicación interp e rsonal rica en emociones y significados.
La incapacidad de reconocer y referir las propias emociones y la menguada habilidad empática, han sido atribuidas por diversos autores a un trastorno funcional del hemisferio derecho o de la conexión entre ambos hemisferios, lo que impide la integración del pensamiento simbólico y el lenguaje afectivo, con la consiguiente pobreza imaginativa, la escasez de fantasías y el desvanecimiento de los recuerdos oníricos.
Es probable que la deficiente integración afectiva - cognitiva no sea necesariamente primaria, sino que podría resultar de trastornos como los ocasionados por el estrés postraumático que, según John H. Kristal y otros estudiosos de la materia, afectarían el desarrollo emocional del sujeto. Asimismo, es posible que la alexitimia, conceptualizada por Joyce McDougall como defensa extraordinaria ante el dolor psíquico, sea a la vez consecuencia del trauma sufrido y barrera para no revivir el intolerable acontecimiento que afectó la vida emocional del paciente.
Dr. Giuseppe Amara
Revista Dolor Clínica y Terapia
Vol. I/ No. 12/ Abril/ 2003
Vol. I/ No. 12/ Abril/ 2003
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