Coruñeses afectados por el síndrome químico múltiple
Decenas de gallegos padecen el síndrome de la sensibilidad química múltiple, un trastorno crónico que les hace enfermar cuando huelen los productos químicos.
MARÍA DE LA HUERTA. A CORUÑA. Viven alejados de perfumes, pinturas o artículos de limpieza, ingieren alimentos ecológicos, los purificadores de aire son casi el único mobiliario de sus hogares y la polución de los coches, o el simple humo de un pitillo, pueden llegar a dejarlos KO. En Galicia se cuentan por decenas; en España, por miles; y en todo el mundo... ni se sabe, porque muchos ni tan siquiera han sido diagnosticados. Son los afectados por el síndrome de la sensibilidad química múltiple, un trastorno crónico, y cada vez más frecuente, provocado por la exposición a productos químicos.
El caso de la valenciana Elvira Roda, "la chica de la burbuja"-que permaneció varios meses ingresada en Dallas para tratar su enfermedad y que este viernes, por fin, pudo regresar a España en un avión especial fletado por El Pocero-, ha destapado la verdadera magnitud de esta patología, que reduce considerablemente la calidad de vida de quienes la padecen, tal y como reconoce la coruñesa Antonia Novar, que padece el síndrome de la sensibilidad química múltiple, fatiga crónica y fibromialgia: "En mi vida ha habido un antes y un después de desarrollar todos estos trastornos. Yo era una persona muy activa, me encantaba hacer cosas, salir, andar de un lado para otro... Hoy por hoy, sin embargo, mi actividad está condicionada por los fuertes dolores que sufro y por la sensación de malestar que me acompaña un día sí, y otro también", lamenta esta mujer.
El síndrome de la sensibilidad química múltiple suele originarse por la exposición a un solo producto químico, principalmente un insecticida organofosforado o un disolvente orgánico. Antonia lo sabe muy bien: "En mi caso, todo surgió a raíz de inhalar un desinfectante muy fuerte, un incidente que me provocó quemaduras en la garganta y me obligó a estar más de dos meses sin hablar, tratándome con corticoides", recuerda con tristeza.
Una vez iniciada la reacción a este desencadenante primario, la persona afectada también puede enfermar por la exposición a desencadenantes secundarios, como productos de limpieza doméstica (lejía, detergentes, salfumán...), perfumes, desodorantes, pinturas, barnices... y, así, un largo etcétera de productos elaborados mediante compuestos químicos.
"No puedo usar colonia, ni laca, ni perfume... cualquier producto de higiene o belleza que huela más de lo normal, me hace daño. El gel de baño, el jabón y el desodorante que utilizo han de ser neutros. Y en la peluquería, por ejemplo, lo paso fatal. Cuando me aplican algún producto, tengo que taparme la nariz con una toalla, porque, si no, me empiezo a sentir mal, me falta el aire, me mareo...", explica Antonia. Su situación, evidentemente, también condiciona a su familia. "Aún así, lo llevan bastante bien, porque ya están más que acostumbrados. Cuando mi hija se arregla para salir de marcha, por ejemplo, se tiene que echar la colonia en el descansillo de la escalera... Figúrate que panorama...", señala.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) todavía no ha dado al síndrome de la sensibilidad química múltiple la categoría de enfermedad, pese a que países como Alemania o Canadá ya se lo toman muy en serio y han legislado medidas preventivas. De hecho, aún son mayoría los médicos que, al desconocer los efectos de los tóxicos sobre el organismo, recetan tranquilizantes o antidepresivos a sus pacientes, o les envían directamente al psiquiatra. "Quienes padecemos este trastorno nos sentimos, muchas veces, como unos incomprendidos. La mayoría de los médicos no entienden lo que nos pasa, creen que sufrimos ansiedad o depresión y nos derivan a un psiquiatra. Es muy triste... Afortunadamente, empieza a haber asociaciones de afectados que funcionan muy bien, como Adquira (Asociación de Personas Afectadas por Productos Químicos y Radiaciones Ambientales), con sede en Barcelona, que además de asesorarnos, nos proporcionan un gran apoyo", indica Antonia.
En España, apenas una decena de facultativos, y sólo un hospital de referencia, el Clinic de Barcelona, son especialistas en detectar y tratar el síndrome de la sensibilidad química múltiple. Uno de ellos, Julián Márquez, que ha visitado a 300 pacientes tanto en la medicina pública en el Hospital de Bellvitge (Barcelona), como en la privada, cree que se trata de una enfermedad "muy discutida". "En el propio hospital había compañeros que creían que algunos de los enfermos nos mentían, que nos estaban engañando. Para estar seguro del diagnóstico, la historia clínica es fundamental, y eso lleva tiempo", subraya el doctor Márquez.
La disparidad de síntomas y de agentes causantes de esa hipersensibilidad a los productos químicos está en el fondo de la dificultad para el diagnóstico de un trastorno que, según la Academia de Medicina Ambiental Europea, afecta entre al 4% y el 9% de la población europea, igual que la diabetes.
Como cabía esperar, en España tampoco se dispone de estudios epidemiológicos sobre el síndrome de la sensibilidad química múltiple, aunque sí se han realizado estimaciones que concluyen que un 0,75% de la población - lo que supone alrededor de 300.000 personas-, presentan procesos patológicos derivados de su exposición a estímulos químicos.
"Es la exposición al producto químico lo que provoca la enfermedad, que además es crónica -no conozco el caso de ningún paciente que se haya curado- y en la que se pueden remitir los síntomas, nada más", explica Julián Márquez. Un extremo que confirma la propia Antonia: "A día de hoy, el único tratamiento que nos ofrecen para tratar nuestra enfermedad es de carácter paliativo", subraya.
El síndrome de la sensibilidad química múltiple puede afectar a varios órganos o sistemas, como el sistema nervioso central y periférico, el aparato digestivo o el aparato respiratorio, además de provocar trastornos hormonales. "El paciente está normal, pero cuando huele lejía, tabaco, gasolina, perfume, barniz, etc... no es que le desagrade el olor, sino que se encuentra realmente mal", sostiene el doctor Márquez, y relata: "Un día, durante una consulta, uno de estos enfermos comenzó a tener dificultades respiratorias hasta el punto de quedarse con los labios cianóticos. Finalmente, lo relacionamos con que días antes habíamos pintado el despacho en el que nos encontrábamos", explica.
Un estudio realizado sobre 83 casos en el Hospital de Bellvitge, determinó que el 90% de los más graves tenía, además, alteraciones cognitivas, como dificultades para realizar varias tareas simultáneas.
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