Dr. Miguel LázaroPsiquiatra
La depresión es uno de los mayores desafíos para la medicina moderna. Es una enfermedad devastadora a nivel personal, familiar y social. ¿Cómo es posible que aparezca sin motivos? ¿Si yo he superado grandes desgracias en mi vida y no me ha deprimido por qué lo estoy ahora si no me falta de nada? Yo siempre he sido fuerte y he superado todo, ¿cómo me voy a deprimir? ¡Cuántas preguntas sin respuesta! La ignorancia de muchas personas les hace decir que ‘es una debilidad del carácter’, que ‘con voluntad se supera’, que ‘es un cuento para no trabajar’, que ‘es un refugio’, que ‘esto solo es estrés’, que ‘ya se me pasará’… etc. Cuánto sufrimiento estéril y autodestructivo por no reconocer esta enfermedad tan frecuente y por no pedir ayuda. No existe una personalidad depresiva y la experiencia depresiva la podemos tener todos. Es un trastorno que afecta a la totalidad de la vida psíquica: al presente, al pasado y al futuro. Duele el alma y duele el mundo. Todo, además, aderezado por toneladas de culpa irracional y persecutoria. La depresión almacena más culpa que la Danone de los yogures. ¿Por qué a veces se infradiagnostica? Porque su tarjeta de visita o de presentación supone síntomas físicos (sobre todo dolores de todo tipo, vértigos, fatiga y síntomas digestivos) que se encuentran en primer plano y los síntomas psicológicos (tristeza, pérdida de interés o de placer, etc.) están en la retaguardia. En las personas mayores utiliza otro camuflaje como son las alteraciones de la memoria y la ansiedad. En los adolescentes, el fracaso escolar, la hiperactividad, los trastornos de conducta, la pasividad y el consumo de tóxicos. Ahora bien, la máscara más frecuente es la ansiedad, presente en el 75% de los pacientes depresivos. Es decir, la intranquilidad, la irritabilidad, la ansiedad física y psíquica… etc. La clave muchas veces es la información familiar. La depresión es una enfermedad muy tratable y la formación de nuestros médicos de atención primaria en salud mental es muy buena. Esa es la buena noticia acerca de la mala noticia. Usted quiere pero no puede, eso dice el enfermo depresivo cuando describe su impotencia ante la depresión. Pida ayuda y corresponsabilícese del tratamiento. Nunca olvide que aguantar no es controlar y la química cerebral solo se puede regular con el tratamiento psicofármaco lógico adecuado complementándose con la psicoterapia en muchos casos.
La combustión de los médicos y la bioética
El ‘burnout’ o síndrome del profesional quemado es una respuesta emocional inadecuada a microestresores ocupacionales crónicos y acumulativos, cuyos rasgos más importantes son: agotamiento físico y psicológico, actitud fría y despersonalizada en relación a los compañeros y a los usuarios e intensos sentimientos de fracaso e inadecuación personal con respecto al trabajo. Es un distrés laboral crónico que se manifiesta en forma de síntomas psicosomáticos, síntomas ansioso-depresivos, insatisfacción laboral, baja autoestima, dificultades en las relaciones interpersonales, abuso de tóxicos, baja productividad y mala calidad en la prestación de los servicios. Es una hemorragia crónica que produce una anemia vocacional mortal. Víctimas son los profesionales pero, sobre todo, los ciudadanos y los usuarios. Es pues un problema de salud pública, en el que se da el fenómeno del “iceberg”, es decir, la proporción oculta de profesionales afectados es mucho mayor que la que sale a la luz y es conocida. El propio profesional tiene muchas veces dificultades para reconocérselo así a sus compañeros -ya que muchas veces lo niega o no sabe que lo padece, ya que aparece insidiosamente- y evoluciona de forma paulatina y aumenta progresivamente. Esta enfermedad laboral que afecta del 30% al 50% de las profesiones de servicio (urgencias, oncología, salud mental, UCI, etc. ) es un ‘cáncer’ del sistema del bienestar público y democrático, ya que ataca a tres pilares básicos: sanidad, educación y justicia. Afecta a nivel individual y grupal, hablándose entonces de ‘staff quemado’, es decir, servicios médicos quemados. Las diferentes administraciones se muestran indiferentes y muchas veces son cómplices perversas de esta situación que interesadamente no quieren reconocer y abordar. Resultado: la fatiga de la compasión, elemento esencial en la relación médico-paciente. ¿Cuántas negligencias, fallos médicos, maltrato a pacientes son debidos a profesionales con ‘burnout’? ¿Cuánta deshumanización conlleva? ¿En qué manera etiqueta negativamente a las instituciones sanitarias? ¿Cómo deteriora el clima laboral y es generador de ‘mobbing’? La lex artis es el equivalente del buen hacer profesional. Es decir, una actuación técnicamente indicada, prudentemente realizada y llevada a efecto con los conocimientos más actualizados. Exige respetar siempre los derechos del enfermo a la información, confidencialidad y consentimiento informado. Pero como no hay enfermedades sino enfermos habría que aplicar la lex artis ad hoc, es decir, respetando las características específicas del médico, del paciente y del contexto. El médico tiene la obligación de ajustar su funcionamiento profesional al código deontológico y, sobre todo, a la ley 41/2002, que es la ley de autonomía del paciente que regula, entre otros temas, el consentimiento informado y las voluntades anticipadas. Los principios éticos de la medicina son: la autonomía del paciente, la no maleficencia ‘primum non nocere’, la beneficencia y el de justicia. Hoy hay situaciones complejas en la práctica médica que, evidentemente, plantean dilemas y conflictos éticos, de ahí la gran necesidad de implantar en la formación pregrado y posgrado la bioética y, sobre todo, de crear comités de ética hospitalarios.
Reflexiones en momentos de crisis(según Ignacio Peyro)
Ciertamente, usted puede pensar que su vida tiene poca leyenda pero toda vida tiene su pequeña poesía. Repare en que la gente le tendría en más estima si usted les permitiera la mitad de lo que a sí mismo se consiente. Aprenda a gozar del halago, del elogio, del triunfo. Entre otras cosas, nunca serán lo suficientemente grandes para sobrepasarle. Desarrolle el sano convencimiento de que quien le critica es un cabronazo-a. Y por favor, no lea libros de autoayuda sino de autopunición (¡la culpa estúpido, es la culpa!). El biotipo humano lo que menos necesita es cremita e indulgencias. Eso ya lo hace la naturaleza por nosotros. Salmos penitenciales, retiros en monasterios de oriente, viajes marco polianos, moralistas franceses, poetas barrocos, tratadistas de ascética. Hay mucha literatura válida. Que no le pese el culo del alma.
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