
Colaboradora de Rebelde
Abril 14, 2008, 1:00p.m.
Uno de los síntomas más frecuentes en las consultas médicas es el dolor. Con mayor razón cuando sorprende con su aparición, o inquieta por su dañina permanencia, ya sea en la cabeza, en la región torácica, abdominal, o en otras partes del cuerpo.
A lo largo de una veintena de siglos los médicos han enfrentado al dolor con grandes dosis de literatura y superstición, y sólo a partir de la década de 1960, se evolucionó, del empirismo y la ineficacia al refinamiento terapéutico que se obtiene del conocimiento de la fisiopatología. Fue entonces que se crearon las primeras Unidades para Estudio y Tratamiento del Dolor, conducidas por Especialistas en Anestesiología y Reanimación, principalmente.
La ciencia define el dolor como una experiencia emocional o sensorial, generalmente desagradable, que experimentan todos los seres vivos que disponen de un sistema nervioso.
A la luz del progreso, investigaciones realizadas mediante una novedosa técnica de imágenes, confirman que en los casos que presentan algún tipo de dolor mantenido, se evidencian cambios microestructurales en el cerebro. Dicha tecnología permitirá el avance de los diagnósticos y tratamientos.
El estudio descubrió que en un cerebro sano todas las regiones están en armonía, cuando una se activa la otra permanece en reposo. Pero este sincronismo falla ante la intensidad del dolor.
Recientemente, publicaciones científicas divulgaron que un dolor crónico puede también desencadenar procesos depresivos y trastornos como alteraciones del sueño o dificultad para tomar decisiones. Algo muy fácil de entender, porque un dolor por muy tenue que sea, rompe el ritmo cotidiano y por ende, la calidad de vida.
El futuro dirá si la ciencia logrará aunar conocimientos para, además de dominar su etiología, poder preservar al ser humano de tan invalidante sufrimiento
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