El creciente desarrollo de la industria química ha supuesto que nos veamos rodeados de
más de 140.000 productos poco estudiados y de efectos impredecibles sobre la salud.
Los primeros casos de Sensibilidad Química Múltiple (SQM) fueron comunicados a
mediados del siglo pasado por el alergólogo estadounidense Theron Randolph y han
ido en aumento. Hasta 1967 se creía que su causa era una alergia, hipótesis que se
descartó al poder medir las inmunoglobulinas y practicar test de sensibilidad cutánea,
que en los enfermos de SQM son normales.
La SQM es una enfermedad adquirida caracterizada por la pérdida progresiva de tolerancia
a productos químicos diversos, sus síntomas son reproducibles con la exposición química
repetida y aparecen ante niveles muy por debajo de los rangos establecidos como límite
de exposición profesional, su carácter es crónico y no existe ningún tratamiento, siendo
la evitación de las re-exposiciones la medida más eficaz. Obliga a los afectados a modificar
las actividades de su vida diaria y esto llega a ser muy incapacitante.
En España, el 4 de febrero del 2010, el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad
tras reunirse con una amplia representación de asociaciones de afectados por SQM,
creó un grupo experto de trabajo que elaboró el Documento de Consenso del 2011 con
la finalidad de establecer unas pautas comunes de actuación para el personal sanitario.
En el 2015, un grupo de médicos y científicos de todo el mundo firmó la Declaración
Internacional de Bruselas sobre Electrohipersensibilidad y Sensibilidad Química Múltiple
instando a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a que las reconozca y les adjudique
un código propio.
Solo la OMS, responsable de la revisión periódica de la clasificación internacional de
enfermedades (CIE), puede adjudicar nuevos códigos, si bien permite a los diferentes
países la creación de modificaciones clínicas para simplificar la búsqueda de las
diferentes enfermedades de manera que países como Austria o Alemania han incluido
el término SQM en su índice alfabético. Sin código específico, en España se
utilizaba el 995.3: «Alergia sin especificar».
Una buena parte de las SQM se producen en el ámbito laboral provocadas por
fumigaciones, exposición a productos químicos diversos, vertidos de gasoil o edificios
enfermos. Se cree erróneamente que las exposiciones repetidas crean tolerancia
pero ocurre justo lo contrario: empeoran los síntomas, por eso deben tomarse las
medidas adecuadas y adaptar los puestos de trabajo.
La Ley de Prevención de Riesgos Laborales establece que los trabajadores tienen
derecho a una protección eficaz en materia de seguridad y salud en el trabajo,
contemplando a los especialmente sensibles, entre los que estarían los afectados
por SQM.
Tras la exposición al gasoil que padecí en el 2008, en un accidente laboral, y tras
las obras de remodelación de mi centro de trabajo en los meses siguientes, mi
Sensibilidad Química Múltiple avanzó rápido y en diciembre del 2009 tuve que
cambiar de puesto, sin poder ver pacientes, siendo mi trabajo burocrático.
A raíz del vertido sufro síntomas respiratorios, oculares, cardiovasculares y dérmicos
al contacto con los productos químicos.
Cuando mi nuevo centro sufrió en el 2014 una remodelación tuve otro accidente
al que han seguido seis recaídas. Si mi empresa hubiera tomado las medidas
adecuadas podría haberse evitado.
En el ámbito laboral llegan a producirse situaciones absurdas. Según la normativa
la evaluación del puesto de trabajo para su adaptación no puede hacerse mientras
el trabajador está de baja pero, si cada vez que se incorpora enferma, la evaluación
no puede hacerse. Si nadie aplica el sentido común y hace una excepción a la
norma, la SQM avanza hasta no poder trabajar.
Algunas mutuas de accidentes de trabajo tampoco facilitan las cosas al intentar
hacer pasar los accidentes laborales por enfermedad común para evitar
responsabilidades y eludir el coste económico. El trabajador se ve obligado a
solicitar al Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) la determinación de
la contingencia de la incapacidad temporal. Hacerlo implica siempre llegar a un
proceso judicial porque una de las partes no va a estar de acuerdo y lo va a recurrir.
Con cada recaída se llegan a producir situaciones surrealistas como la mía con
unos siete juicios en los juzgados de lo Social de Ourense y cuatro en el TSXG.
En estos ocho años y medio ha sido fundamental para mí el apoyo de CSIF en
Ourense, de su sector autonómico y sus servicios jurídicos, que han estado a mi
lado sin reservas. Creo que es el primer sindicato que se ha implicado en una
SQM producida en el ámbito laboral. Ojalá haya más apoyo a los afectados.
Determinadas mutuas pueden llegar a traspasar límites éticos que jamás deberían
cruzarse y que desde la Sanidad Pública nunca se deberían consentir o autorizar.
En la SQM no son útiles los test de detección epicutánea ni las técnicas de
desensibilización progresiva por su capacidad de agravar la enfermedad. En mi
caso se colocaron en mi espalda 115 parches entre los que se incluyó gasolina
y gasoil sin mi consentimiento. Al recibir el informe comprobé con rabia lo que
habían hecho, a pesar de que la Ley 41/2002 Reguladora de la Autonomía del
Paciente y de Derechos y Obligaciones en materia de Información y Documentación
Clínica indica que el consentimiento informado debe ser escrito cuando haya riesgos
para el paciente. Valoré denunciar pero tan solo cogí el teléfono y llamé al
doctor Pablo Arnold Llamosas, miembro del grupo de expertos que elaboró el
Documento de Consenso del 2011 y solo fue capaz de decir: «¡Qué locura doctora,
qué locura, nunca en mi vida vi nada igual, nunca, en mis años de ejercicio, vi que
a nadie le hicieran eso, qué locura!».
A pesar de todo debo agradecer a aquel vertido el haber pòdidocomprobar la
solidaridad de las personas, dispuestas a cambiar sus hábitos de vida para que
la calidad de la mía sea algo mejor. En noviembre del 2014, 74 de mis compañeros
firmaron un manifiesto para que se solucionase mi situación y lo remitieron por
registro a la Jefatura Territorial. Nunca les agradeceré lo bastante que lo hicieran.
El ámbito sanitario no está preparado para proporcionar una asistencia adecuada
a los afectados por SQM. En el 2015 envié a la Consellería de Sanidade unas
propuestas sencillas sin coste y aunque inicialmente se mostraron receptivos,
no me consta que se haya llevado a efecto ninguna de ellas.
Creo que es importante que los afectados por la SQM no perdamos la esperanza,
que luchemos por nuestros derechos. A los demás les diría que piensen si
necesitan todos esos productos. A los enfermos de SQM se nos compara con los
canarios que se morían en las minas de carbón al detectar la salida del gas grisú.
Nadie se quedaba a esperar, es una cuestión de sentido común.
Un testimonio de Carla Delgado
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/ourense/ourense/2016/11/12/afectados-
sensibilidad-quimica-multiple-podemos-perder-esperanza/0003
_201611O12C7991.htm
Muchas SQM están provocadas por fumigaciones o por exposición a productos
químicos
Hay personas dispuestas a cambiar sus hábitos de vida para mejorar la mía
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